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Qué es un país expulsor y un país receptor: el sutil baile de los destinos humanos

Cuando nuestra vida se entreteje en los hilos de los quehaceres cotidianos, rara vez nos detenemos a preguntarnos por aquellos que han dejado atrás sus raíces, emprendiendo el incierto camino de la migración. Un país expulsor, aquel que ve partir a sus hijos hacia horizontes desconocidos; y un país receptor, el destino que abraza con diversos sentimientos a esas almas errantes. Estos conceptos, tan sencillos en apariencia, se revelan de una complejidad única al adentrarnos en sus entrañas.

El éxodo humano: cifras y corazones

La migración internacional es ese movimiento que arranca a los individuos de su país de origen, aquel que se convierte en un expulsor, para trasladarlos a otro que los recibe. Muchas veces intentamos cuantificarlo a través de los números, pero estos parecen nunca llegar a comprender la magnitud de los sentimientos y vivencias que encierra este fenómeno.

Sin embargo, observar algunas cifras nos puede dar una idea, aunque somera, de la realidad. El 2017, por ejemplo, México recibió 32,000 personas migrantes, convirtiéndose en el mayor receptor de América Latina. En esa misma línea, Los Estados Unidos se erige como el país de la mayor acogida a nivel mundial, seguido por Alemania y Arabia Saudita. Al otro lado del espejo, México también se halla en la cima del listado como mayor expulsor de almas, dirigidas especialmente al vecino del norte.

Los motivos ocultos y los corazones errantes

  • El propósito de la migración es tan diverso como los rostros que la componen. Pobreza, búsqueda de empleo, inseguridad, guerras y conflictos políticos son apenas una muestra de las razones.
  • Las mujeres migrantes enfrentan en su camino dificultades adicionales, como la violencia de género y la discriminación laboral.

En un intento por comprender un poco más este fenómeno, me encontré hace algunos días con el libro “Políticas públicas de los países expulsores para conseguir mayores beneficios de la migración y para integrarla en las estrategias de desarrollo”, coordinado por el Dr. Jeff Dayton Johnson. En sus páginas se discute cómo encarar la migración de manera justa y equitativa, con un enfoque que tenga en cuenta los derechos humanos de todas las partes involucradas.

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El encuentro de dos mundos: el expulsor y el receptor

Me puse a meditar, entonces, sobre las distintas maneras en que los países expulsores y receptores pueden interactuar con la movilidad humana. Las recomendaciones propuestas en el libro para ambos son variadas, pero todas encierran una misma esencia: el bienestar de aquellos que han decidido dejar su tierra natal.

Entre las sugerencias a los países receptores destacan opciones más flexibles para los migrantes y empleadores, políticas de acceso al mercado laboral que favorezcan la movilidad circular y legal, y la reducción de gastos y mejora del acceso al sistema financiero. Asimismo, las recomendaciones para los países expulsores incluyen diseñar estrategias nacionales de desarrollo conscientes de su rol en el fenómeno migratorio y la inclusión de políticas macroeconómicas en ello.

Recuerdos y humor: el bálsamo en el caminar

Recordemos siempre que detrás de cada migrante hay también un ser humano con sueños, anhelos y esperanzas. Estoy seguro que cada uno de ellos tiene también unas cuantas historias para compartir, en momentos de risa o nostalgia, que alivianen el peso de la separación y la incertidumbre. Como esa vez que intenté cocinar una arepa colombiana en tierras extranjeras y acabé ofreciendo una curiosa recreación de una nevera derretida. Un atisbo de humor en medio de la nostalgia.

Es indudable que el tema de la migración es un laberinto de retos y aprendizajes, pero también de oportunidades y crecimiento. Qué es un país expulsor y un país receptor es, en última instancia, una reflexión que nos lleva a reconocer la riqueza humana que se encuentra detrás de cada partida y llegada, del baile sutil y eterno que nos conecta a todos como miembros de este universo compartido.