¡La tierra nos ha visto crecer y desplegar nuestras alas. Nos ha albergado en sus anchas espaldas y nos ha dejado fluir como sus ríos turbulentos en sus territorios. Pero ahora, sus ríos se han convertido en calles inundadas de sangre y sus veredas, en campos de batalla abiertos para la violencia que desgarra sus entrañas.
La delincuencia en México: una panorámica alarmante
En el primer trimestre del año 2019, México fue testigo de un lamentable récord: 8493 homicidios en sus fronteras, cifra que demuestra un aumento del 9.6% con respecto al mismo periodo del año anterior. Estados como Ciudad de México, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Tamaulipas y Veracruz han sucumbido a esta violenta marea.
Disueltas en las múltiples heridas de la sociedad, se encuentran las causas de la inseguridad, dentro de las cuales hallamos: fallas en el sistema educativo, deficiencias en la política de seguridad, malos elementos policiacos, desigualdad económica, delincuencia organizada, tráfico ilegal de armas y drogas, desintegración familiar y la peor de todas las serpientes: la corrupción.
La tenebrosa sombra de la delincuencia se extiende a lo largo del país
Hemos sido testigos de hechos que nos laceran el pecho y nos dejan sin aliento: desde el disparo a una alumna en aula en Colegio de Ciencias y Humanidades en CDMX, pasando por el hombre que realizó disparos en una marcha de comerciantes en Cuernavaca, dejando su huella de muerte y dolor. Y como un eco que no cesa, otro hombre fue lesionado por un proyectil de arma de fuego en las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Nuestro presidente, López Obrador, no ha podido evitar alzar la voz y criticar la descomposición social y la falta de valores en nuestro país. Es cierto, hemos dejado que los pilares de nuestra sociedad se desmoronen como castillos de arena, aplastados por la marea de la violencia y la indiferencia. Pero ¿cómo podemos restaurar esos valores que una vez fueron la base de nuestra convivencia?
Reforzando los valores y la participación ciudadana
Se nos hace un llamado apremiante: reforzar los valores en nuestra familia y unirnos en la lucha contra la delincuencia. No podemos seguir siendo espectadores pasivos mientras la tormenta nos envuelve cada vez más en su vorágine. En nuestros rincones más íntimos, cada uno de nosotros debe encontrar la fuerza y la voluntad de enfrentar cara a cara a ese monstruo que nos devora insaciable.
En tiempos oscuros como estos, esclarecer las causas de la delincuencia se convierte en tarea indispensable. Nuestro código penal, ya cansado y desgarrado, señala al delito como una conducta antisocial. De acuerdo a estudios solo el 88% de los menores de 18 años en los Estados Unidos han cometido algún delito; pero de ellos, solo el 22% es detenido y el 2% comparece ante un juez.
Buscando soluciones: tratamientos y castigos alternativos
La solución al azote de la delincuencia no se trata simplemente de aplicar castigos más severos, pues eso solo sería el reflejo de una sociedad que no avanza. La criminología propone tratamientos psicológicos, educativos y oportunidades sociales para reducir la delincuencia, como la modificación de conducta y el entrenamiento en habilidades sociales.
El castigo comunitario, aquel que implica el servicio a la sociedad, es otra propuesta para evitar la masificación penitenciaria. Es tiempo de reconocer que el problema de la delincuencia es complejo y requiere una mayor inversión económica, no sólo en castigos, sino también en la regeneración de valores y principios.
Conclusión: un llamado a enfrentar la delincuencia de raíz
Así, como en las novelas de antaño, en las que la pluma se hunde en el tintero y se posa sobre el papel, dejando una marca indeleble que trasciende el tiempo, nosotros debemos ser conscientes de las causas de la delincuencia y actuar en consecuencia. Solo enfrentando este problema de raíz, restaurando los principios y valores que sustentan nuestra sociedad, podremos dejar un México que descanse en paz, lejos de la sombra del miedo y la violencia.